Hoy queremos detenernos en este blog en un concepto o cualidad humana que consideramos fundamental, que debe ser adquirida y potenciada durante el desarrollo evolutivo que se experimenta a lo largo de la niñez y la adolescencia y del cual dependerá, en gran medida, la consecución de una vida adulta plena y satisfactoria. Hoy vamos a tratar sobre el concepto de resiliencia.
Desde un punto de vista etimológico, el término resiliencia proviene del vocablo latino ‘resilio’, cuyo significado literal es “volver atrás, volver de un salto o rebotar”, por lo que ha sido empleado tradicionalmente en el ámbito de las ciencias físicas para referirse a la cualidad de los materiales para resistir la presión, es decir, para doblarse sin llegar a romperse y recobrar su forma original una vez que dicha presión disminuye.
A partir de esta idea, el término se ha extrapolado en los últimos años a las ciencias sociales, con la finalidad de expresar la capacidad que tienen las personas para resistir ante una adversidad, saliendo reforzadas del enfrentamiento hacia una situación negativa o perjudicial.
Como hemos comentado, la posesión de esta cualidad es enormemente esencial para conseguir un desarrollo psicológico adecuado, que contribuirá activamente en el bienestar personal y el éxito en los proyectos vitales, a pesar de las complicaciones que se puedan presentar.
A grandes rasgos, la resiliencia implica la capacidad de identificar un aprendizaje de las situaciones traumáticas o frustrantes, fomentando un carácter pragmático y flexible que permita llevar a cabo una interpretación real de la situación y, a partir de ahí, poder elaborar respuestas constructivas.
A partir de estos razonamientos se puede afirmar que una persona resiliente es aquella que se caracteriza por:
- Aceptar la realidad tal y como es, sacando provecho de ella mediante el análisis de las causas del problema y la identificación de un aprendizaje para el futuro.
- Pensar que la vida tiene un sentido y que se poseemos la capacidad de mejorarla con nuestros propios actos.
- Ser capaces, a partir de las dos características anteriores, de superarse día a día, estando atentos a la existencia de oportunidades para la consecución del éxito y la satisfacción personal.
- Tener la capacidad de controlar sus emociones, lo que adquiere una importancia esencial a la hora de enfrentarse a situaciones críticas.
- Tener una inteligencia emocional óptima, en cuanto a cualidades como el optimismo, el autocontrol, la autoestima o la empatía.
Una vez expuestos los aspectos más relevantes que definen este concepto, en nuestra próxima entrada pasaremos a profundizar en las claves para el desarrollo y refuerzo de la resiliencia durante la niñez y la adolescencia.