Más allá de la importancia de la adquisición de habilidades y competencias durante el desarrollo evolutivo a lo largo de la infancia, o quizás siendo más precisos, como una parte esencial de dicho proceso, debemos prestar una enorme atención a que el niño pueda disfrutar, a lo largo de los primeros años de su vida, de una adecuada educación en lo que se refiere a la adquisición y afianzamiento de su inteligencia emocional.
Si tomamos como referencia las aportaciones del principal gurú en el ámbito de la inteligencia emocional, Daniel Goleman, profesor de psicología en la Universidad de Harvard y autor de multitud de best sellers sobre este tema, la inteligencia emocional se puede definir como el conjunto de capacidades básicas, entre las que podemos incluir la percepción, la gestión de las propias emociones o la comprensión y empatía de los sentimientos de los demás, que se adquieren durante las primeras etapas de nuestro desarrollo evolutivo y que nos permiten incrementar nuestra confianza hacia nosotros mismos y, además, nos capacita para disfrutar de la relación con aquellas personas con las que interactuamos a lo largo de nuestra vida.
En este sentido, el papel del sistema educativo y, aún en mayor medida, del entorno familiar en el que el menor comienza a dar sus primeros pasos como miembro de una sociedad, es fundamental para que se asienten unas bases sólidas sobre las que fomentar la gestión de nuestras propias emociones y, de forma análoga, la empatía en relación a las emociones de aquellas personas que nos rodean.
Por ello, a lo largo de los siguientes artículos que se publicarán en este blog vamos a ofrecer una serie de conceptos básicos que nos ayuden a entender la importancia del desarrollo emocional en la infancia y, a partir de ahí, poder trabajar para potenciar el fomento de un elemento crucial para la consecución de una vida en sociedad plena y fructífera.