En el ámbito educativo y terapéutico, es fundamental comprender los conceptos básicos que sustentan el desarrollo comunicativo infantil. Muchos profesionales utilizan estos términos de manera intercambiable, sin embargo, cada uno posee características específicas que determinan su función en el proceso de adquisición y desarrollo de las habilidades comunicativas.
La distinción precisa entre estos conceptos no solo enriquece el marco teórico de los profesionales, sino que también mejora la calidad de las intervenciones educativas y terapéuticas. Esta comprensión resulta especialmente relevante cuando se trabaja con población infanto-juvenil que presenta dificultades en su desarrollo comunicativo (A. T. López, n.d.; J. Á. M. López & García, 2005, pp. 57–63; Trastornos Del Lenguaje: Caracterización Desde Una Perspectiva Lingüística, 2025).
El lenguaje constituye la capacidad humana universal para comunicarse mediante un sistema de símbolos organizados según reglas específicas. Se trata de una facultad cognitiva compleja que permite la representación mental de ideas, conceptos y emociones a través de diferentes modalidades expresivas.
Esta capacidad presenta varias dimensiones fundamentales que todo educador debe reconocer:
Universalidad biológica: Todos los seres humanos nacen con la predisposición innata para desarrollar esta competencia comunicativa, independientemente de su contexto cultural o socioeconómico.
Creatividad ilimitada: Permite generar y comprender mensajes completamente nuevos mediante la combinación de elementos conocidos, siguiendo patrones gramaticales específicos.
Estructura jerárquica: Se organiza en diferentes niveles lingüísticos: fonológico, morfológico, sintáctico, semántico y pragmático, cada uno con sus propias reglas y características.
Modalidad múltiple: Puede manifestarse tanto en forma oral como escrita, gestual o mediante sistemas alternativos de comunicación.
El desarrollo del lenguaje implica la adquisición progresiva de varios componentes interrelacionados:
Fonología: Sistema de sonidos y reglas que determinan cómo se combinan en cada idioma específico.
Morfología: Estudio de la estructura interna de las palabras y las reglas para formar nuevas unidades léxicas (López, n.d.).
Sintaxis: Conjunto de principios que rigen la organización de las palabras en oraciones gramaticalmente correctas.
Semántica: Significado de las palabras y las relaciones entre ellos dentro del sistema lingüístico.
Pragmática: Uso contextual y social del sistema comunicativo en situaciones reales de interacción.
La lengua representa la manifestación específica y concreta del lenguaje en una comunidad determinada. Constituye el sistema de signos verbales propio de un grupo social que comparte convenciones comunicativas particulares (Alvar, 1983, pp. 299–323; Daza & Liliana, 2017).
Convencionalidad: Los signos lingüísticos son arbitrarios y convencionales, establecidos por acuerdo social implícito dentro de cada comunidad.
Sistematicidad: Presenta una organización interna coherente donde cada elemento mantiene relaciones específicas con los demás componentes del sistema.
Variabilidad: Experimenta cambios constantes a través del tiempo y presenta variaciones geográficas, sociales y situacionales (Capdevila, 2021; Orecilla & Gracia, 2024; Rayaa, 2024).
Transmisión cultural: Se adquiere mediante la exposición social y la interacción con otros miembros de la comunidad lingüística.
Los educadores deben reconocer que toda lengua presenta múltiples variantes:
Variación diatópica: Diferencias regionales o geográficas en el uso del sistema lingüístico (Brumme, 2021; Capdevila, 2021; Orecilla & Gracia, 2024; Rayaa, 2024; Serrano-Marín, 2022; Vicente & Aliaga-Aguza, 2023).
Variación diastrática: Variaciones relacionadas con el nivel sociocultural de los hablantes.
Variación diafásica: Cambios en el registro según la situación comunicativa específica (Capdevila, 2021; Orecilla & Gracia, 2024; Rayaa, 2024; Serrano-Marín, 2022; Vicente & Aliaga-Aguza, 2023).
Variación diacrónica: Evolución histórica del sistema a través del tiempo (Guerra & Máyela, 2016; Orecilla & Gracia, 2024; Serrano-Marín, 2022).
El habla constituye la realización individual y concreta de la lengua en actos comunicativos específicos. Representa la materialización sonora del sistema lingüístico a través de la actividad motora de los órganos fonoarticulatorios (Cortés, 2009, pp. 243–261; González, 2023; Niemelä, 2024; Ramiro, 2022).
Individualidad: Cada persona presenta características particulares en su producción oral, determinadas por factores anatómicos, fisiológicos y experienciales.
Temporalidad: Ocurre en tiempo real y presenta carácter efímero, a diferencia de otras modalidades comunicativas.
Variabilidad contextual: Se adapta constantemente según el interlocutor, la situación y los objetivos comunicativos específicos.
Procesamiento motor: Requiere la coordinación precisa de múltiples estructuras anatómicas para la producción de sonidos articulados.
La adquisición de las habilidades articulatorias sigue un patrón evolutivo predecible:
Etapa prelingüística (0-12 meses): Desarrollo de habilidades perceptivas auditivas y primeras producciones vocálicas.
Primeras palabras (12-18 meses): Aparición de las primeras aproximaciones a palabras del entorno familiar.
Explosión léxica (18-24 meses): Incremento significativo del vocabulario productivo y mejora articulatoria.
Consolidación fonológica (2-6 años): Adquisición progresiva del sistema fonológico completo de la lengua materna.
Estos tres elementos mantienen una relación jerárquica específica donde el lenguaje constituye la capacidad general, la lengua representa el sistema particular y el habla materializa la producción individual.
El lenguaje funciona como capacidad cognitiva universal que permite la comunicación simbólica.
La lengua especifica las reglas y convenciones particulares de cada comunidad lingüística.
El habla concreta estas abstracciones en producciones comunicativas reales y observables.
Aunque conceptualmente distintos, estos elementos mantienen una interdependencia funcional constante:
La competencia lingüística se desarrolla mediante la exposición a una lengua específica, que se manifiesta principalmente a través del habla de los modelos del entorno.
Las dificultades en cualquiera de estos niveles pueden afectar el desarrollo global de las habilidades comunicativas infantiles.
Diferencias entre lengua, lenguaje y habla requieren instrumentos de evaluación específicos:
Evaluación del lenguaje: Valoración de capacidades cognitivas subyacentes y comprensión de estructuras lingüísticas abstractas (Puyuelo et al., 2008, pp. 975–981).
Evaluación de la lengua: Análisis del dominio de las reglas gramaticales, vocabulario y estructuras específicas del idioma.
Evaluación del habla: Examen de habilidades articulatorias, fluidez y inteligibilidad de la producción oral.
La distinción conceptual orienta estrategias terapéuticas diferenciadas:
Intervención en lenguaje: Estimulación de procesos cognitivos subyacentes y desarrollo de habilidades metalingüísticas.
Intervención en lengua: Enseñanza explícita de reglas gramaticales y ampliación del repertorio léxico.
Intervención en habla: Entrenamiento motor específico y mejora de la precisión articulatoria.
Los educadores desempeñan un papel fundamental en la identificación de posibles dificultades:
Observación sistemática: Registro de comportamientos comunicativos en diferentes contextos educativos.
Colaboración interdisciplinar: Coordinación con profesionales especializados para evaluaciones complementarias (Gómez, 2019, p. 1; Gómez et al., 2019; Guevara et al., 2024; Huiracocha et al., 2012, pp. 31–44; Sevilla & Sol, 2013).
Documentación progresiva: Seguimiento longitudinal del desarrollo comunicativo individual.
La comprensión de estas distinciones permite implementar estrategias pedagógicas más efectivas:
Diversificación de modalidades: Incorporación de apoyos visuales, gestuales y tecnológicos según las necesidades individuales.
Graduación de exigencias: Ajuste de expectativas según el nivel de desarrollo en cada dimensión comunicativa.
Personalización de objetivos: Establecimiento de metas específicas para cada componente del desarrollo comunicativo.
La comprensión profunda de estos conceptos fundamentales proporciona a los profesionales las herramientas necesarias para optimizar sus intervenciones educativas y terapéuticas, contribuyendo significativamente al desarrollo integral de las competencias comunicativas en la población infanto-juvenil.
Para consolidar la comprensión de estos conceptos fundamentales, analizaremos situaciones reales que los educadores y logopedas encuentran frecuentemente en su práctica profesional.
Lenguaje: María comprende perfectamente las instrucciones complejas, entiende conceptos abstractos como “antes/después”, y puede narrar secuencias de eventos de manera coherente. Su capacidad cognitiva para la comunicación simbólica está completamente desarrollada.
Lengua: Domina las reglas gramaticales del español, utiliza correctamente los tiempos verbales, forma plurales adecuadamente y su vocabulario es amplio para su edad. Conoce que “mariposa” se dice diferente a “gato” y respeta el orden sintáctico español.
Habla: Presenta dificultades específicas en la articulación del fonema /r/, pronunciando “maliposa” en lugar de “mariposa” y “calo” en lugar de “carro”. Su inteligibilidad se ve afectada únicamente por esta dificultad motora.
Lenguaje: Posee la capacidad universal para comunicarse simbólicamente y entiende que puede expresar las mismas ideas mediante diferentes sistemas de signos.
Lengua: Maneja dos sistemas lingüísticos distintos: utiliza las reglas del español (“la casa es grande”) y del catalán (“la casa és gran”), adaptando vocabulario, gramática y estructura según el idioma específico.
Habla: Produce ambos idiomas con claridad articulatoria, aunque ocasionalmente presenta interferencias fonéticas entre sistemas, como pronunciar la /e/ catalana en palabras españolas.
Lenguaje: Presenta dificultades en la capacidad subyacente para procesar y organizar la información lingüística, afectando su comprensión de estructuras complejas y la organización de ideas.
Lengua: Su dominio del español muestra limitaciones en la morfosintaxis, con errores en concordancias (“los niña juega”) y dificultades para aprender vocabulario nuevo o conceptos gramaticales abstractos.
Habla: La producción oral es clara articulatoriamente, sin dificultades motoras, pero sus emisiones son sintácticamente simplificadas debido a las limitaciones en los niveles superiores.
Escenario: Durante la clase de educación física, la maestra dice: “Corred hacia la portería azul”
Lenguaje: Diego comprende el concepto de instrucción, entiende que debe realizar una acción específica dirigida hacia un objetivo determinado, y procesa la información espacial y cromática.
Lengua: Reconoce las palabras españolas específicas, entiende que “corred” es una forma verbal en imperativo plural, y asocia “azul” con el color correspondiente según las convenciones del español.
Habla: Responde verbalmente “¡Vale, voy a la azul!” con articulación clara y entonación adecuada, demostrando la materialización sonora correcta del sistema lingüístico.
Lenguaje: Su capacidad cognitiva general está preservada, comprende vocabulario y estructuras gramaticales apropiadas para su edad.
Lengua: Domina las reglas morfosintácticas del español y posee un vocabulario extenso, utilizando estructuras complejas correctamente.
Habla: Su producción articulatoria es precisa y fluida, sin dificultades motoras evidentes.
Particularidad: Presenta dificultades en el uso social del sistema comunicativo, interrumpiendo conversaciones, no respetando turnos de palabra, o utilizando registros inadecuados según el contexto.
Situación: Evaluación de dos estudiantes de 6 años ante la imagen de un parque
Estudiante A:
Estudiante B:
Observación sistemática: Registre separadamente las competencias en cada dimensión para identificar áreas específicas de dificultad.
Adaptaciones diferenciadas: Un estudiante con dificultades articulatorias puede beneficiarse de apoyo visual, mientras que otro con limitaciones lingüísticas requiere simplificación estructural.
Derivación apropiada: Comprenda qué tipo de dificultad requiere intervención logopédica especializada versus adaptaciones pedagógicas generales.
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