Más allá de las funciones del juego reflejadas en anteriores artículos, como son su potencial como instrumento de socialización, de integración o de transformación social, la principal cualidad que tiene el juego a lo largo de la infancia y la preadolescencia estriba en su inmenso valor como herramienta de aprendizaje.
En esencia, el desarrollo del juego es fundamental para el desarrollo evolutivo del niño, principalmente en lo que se refiere a la asimilación y desarrollo de las capacidades motrices, cognitivas, sociales, afectivas y de la personalidad del menor.
De hecho, la UNESCO ya expresó en 1968 que jugar es totalmente necesario para el correcto desarrollo infantil, dada su estrecha relación con los procesos de mielinización (desarrollo del sistema nervioso) y osificación (desarrollo de la estructura ósea) que se producen durante los primeros siete años de vida.
Todo esto motiva que el juego haya sido considerado desde siempre como un recurso pedagógico natural, dado su valor para la transmisión de conocimientos, comportamientos y actitudes.
En este sentido, el juego cumple una serie de funciones como instrumento de aprendizaje, que pasamos a comentar a continuación:
- Recurso para el aprendizaje infantil; el juego tiene una inmensa capacidad autoeducativa, ya que permite el desarrollo y asimilación de habilidades, aptitudes e intereses.
- Relación con el ámbito físico y psicomotor; a través del juego se potencian las cualidades físicas, las capacidades motrices básicas y las habilidades perceptivo-motrices, lo que favorece la mejora de la coordinación y del control de movimientos corporales.
- Relación con el ámbito intelectual; a través del juego se contribuye al desarrollo de la abstracción y la elaboración de nociones e imágenes mentales, favoreciendo su capacidad para anticiparse a lo que sucederá a partir de cada decisión.
- Relación con el ámbito social; como ya comentamos en un artículo anterior, el juego cumple una finalidad básica en lo referente al desarrollo de la socialización del niño.
- Relación con el ámbito cultural; el desarrollo del juego en edades tempranas constituye, en numerosas ocasiones, el primer contacto del niño con los valores culturales de la sociedad en la que vive.
- Relación con el ámbito afectivo y emocional; el juego favorece el desarrollo del mundo interior del niño y su capacidad para manifestar deseos, impulsos, necesidades y emociones, así como para enfrentarse a conflictos.
- Relación con el ámbito proyectivo; el juego es una herramienta fundamental para identificar las características que definen al niño, tanto en su vertiente colectiva como individual, es decir, tanto en sus capacidades personales como en su relación con los demás.