Paradójicamente, vamos a comenzar nuestro repaso sobre la influencia de las Nuevas Tecnologías en el crecimiento del menor, en cuanto a aspectos como la adquisición de valores o su capacidad de socialización, por la televisión, que pasa por ser el único instrumento tecnológico de los citados en nuestro anterior artículo que, en sentido estricto, no puede considerarse como una Nueva Tecnología, ya que precisamente es el único que acompañó la infancia y adolescencia de aquellas personas que hoy ejercen el papel de padres y madres.
A pesar de ello, se ha considerado la idoneidad de incluir la televisión en este análisis porque, aunque haya visto reducido su nivel de atención sobre la población infantil y juvenil, sigue siendo considerada como el medio audiovisual por excelencia, tanto a nivel de implantación como en cuanto a la precocidad de contacto o la frecuencia de utilización.
La televisión ha sufrido una enorme transformación en relación a su estructura y a la definición de los formatos emitidos, que la hace muy diferente a la que veían nuestros padres cuando eran niños, comenzando por una considerable reducción en la programación infantil.
Asimismo, el ritmo de vida actual hace que la mayor parte del tiempo los menores estén expuestos a los contenidos televisivos sin una adecuada supervisión por parte de sus progenitores, haciendo imposible en muchos casos su utilización como medio didáctico.
Por este motivo, es fundamental que en el seno de la familia se establezcan, desde una edad temprana, una serie de normas relativas a la utilización de la televisión, en aspectos como el número de horas de consumo televisivo, los horarios en los que la televisión tiene que dejar de verse o qué contenidos se pueden ver y cuáles no.
En resumen, a priori la televisión puede considerarse como un medio extraordinario para la educación del niño, dado su inmensa capacidad para la transmisión de elementos didácticos de una forma eminentemente visual, pero es fundamental que su consumo por parte de los menores se realice con una adecuada supervisión y control paterno y que, en la medida de lo posible, se complemente con una adecuada labor educadora respecto a los contenidos que está viendo el menor en cada momento.