La conexión entre estrés y memoria

En numerosas ocasiones solemos plantearnos como es posible que a medida que cuando quedan menos días para la fecha de un examen nuestra capacidad de retentiva sea mayor, o recordemos perfectamente que estábamos haciendo cuando el atentado de las Torres Gemelas o nos avisaron de la pérdida de un familiar pero, por el contrario, nos cueste un mundo recordar qué hicimos la semana pasada o dónde hemos dejado las llaves del coche.

La explicación de este fenómeno, desde un punto de vista psicopedagógico, viene determinada por la relación existente entre los recuerdos y la presencia de un shock emocional.

Un gran número de investigaciones en los campos de la Neurociencia o la Neurobiología han tratado de comprender mejor este aspecto, a través de la comparación de la capacidad de la memoria de individuos sometidos a niveles leves de estrés frente a los resultados obtenidos de un grupo de control sobre el que no se aplicó ninguna medida para generar esta sensación.

Así, se ha podido demostrar que, ante una situación de estrés, el organismo libera sustancias fundamentales en la modulación de nuestra memoria, como son la epinefrina, el cortisol o la glucosa.

No obstante, estas investigaciones también han puesto de manifiesto que, si bien un nivel moderado de estrés, conocido coloquialmente como “estrés positivo”, tiene una influencia estimulante sobre nuestra capacidad de recuerdo, cuando esta situación se vuelve crónica o prolongada repercute en la aparición de efectos negativos sobre nuestra memoria y otras funciones cognitivas.

La aparición de este “estrés negativo” se explica por la presencia de altos niveles de cortisol, muy habitual en personas que presentan cuadros de estrés o depresivos, y que tiene una influencia directa sobre la capacidad de nuestra memoria episódica, que es la responsable de aquellos recuerdos relacionados con el “cuándo” y el “dónde”.

En este sentido, el neurólogo argentino Facundo Manes, fundador del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y Rector de la Universidad Favaloro de Buenos Aires, lleva a cabo una afirmación que debe servirnos como reflexión: la medida óptima de nuestro rendimiento intelectual no se logra a partir de una sumatoria de horas de esfuerzo, sino más bien de una estrategia que contemple el trabajo, el descanso, el ocio y el esparcimiento”.

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