Es preciso tomar conciencia de que la inteligencia emocional debe ser trabajada conjuntamente con el menor desde el mismo momento de su nacimiento, potenciando el desarrollo de las competencias emocionales necesarias para afrontar la vida adulta de una forma plena.
En este sentido, hay que tener presente que tanto el ámbito familiar, en un principio, como el ámbito educativo, posteriormente, constituyen los primeros referentes básicos que sirven de modelos al niño o la niña para aprender a desenvolverse en sociedad, ampliando los registros de los que éste dispone para decidir, de una forma consciente o inconsciente, el comportamiento más adecuado ante cada situación que se le pueda presentar a lo largo de su corta vida.
Así, a la hora de definir las pautas para el desarrollo de la ‘alfabetización emocional’ del niño desde su nacimiento hasta los seis años debemos considerar los siguientes pasos a seguir:
Potenciar y sentar las bases de mejora de la inteligencia emocional; en numerosas ocasiones hemos escuchado que “el cerebro de un bebé es como una esponja, lo absorbe todo”, y es verdad.
Desde que un niño nace, sus sentidos captan toda clase de sensaciones nuevas para él, que tienen una enorme influencia en su conocimiento afectivo y en el desarrollo de su carácter. Por tanto, es fundamental que el entorno en el que el niño desarrolle sus primeros pasos esté cargado de un ambiente positivo, cálido y feliz, demostrándole con toda la expresividad posible nuestra afectividad.
Inhibir y controlar la aparición de respuestas no deseadas; cuando el niño alcanza los dieciocho meses todavía no dispone de control sobre su afectividad.
Presentan sentimientos y emociones muy fuertes y necesitan que sus necesidades sean satisfechas inmediatamente y en todo momento, lo que implica que puedan reaccionar mediante respuestas no deseadas.
En este sentido, la pauta educativa a seguir deberá basarse en ofrecerle nuestra paciencia y sensibilidad, pero con toda la firmeza necesaria y sin ceder un ápice a sus caprichos. De esta forma le enseñaremos a expresar y canalizar sus sentimientos y emociones de una forma sosegada.
Prevenir el desarrollo de conductas emocionalmente problemáticas o incorrectas; en el desarrollo evolutivo del niño se pueden producir comportamientos emocionales problemáticos, como el lloriqueo o las rabietas. En estos casos deberemos realizar un esfuerzo para comprender cuál es la situación que se encierra detrás de este comportamiento y ofrecerle ayuda para que aprenda a superarla.
A través de esta actuación estaremos ayudando al niño a que supere sus miedos, preparándole para que gane en valentía y vaya aumentando paulatinamente su asertividad.