Una reflexión sobre el concepto de educación inclusiva

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Hoy, desde este blog, os ofrecemos una lectura de gran utilidad para reflexionar sobre los principios sobre los que se asientan los distintos modelos de educación, con objeto de poder establecer con claridad el concepto de educación inclusiva y aprendizaje cooperativo.

Concretamente, se trata de la Parábola del invitado a cenar, recogida en el libro “Aprender juntos, alumnos diferentes: los equipos de aprendizaje cooperativo en el Aula” de Pere Pujolàs Maset, profesor titular de la Facultad de Educación de la Universidad de Vic:

“Un prohombre de una ciudad se encontró con un viejo conocido a quien no veía desde hacía mucho tiempo. El prohombre tenía previsto celebrar el día siguiente una cena con un grupo de amigos y amigas que también lo conocían y que tampoco sabían nada de él desde hacía muchos años, y lo invitó a cenar.

El prohombre era buen cocinero y preparó una cena espléndida: entrantes variados, guisos de toda clase y un pastel con frutas confitadas. Todo regado con vinos del Priorato y cava del Penedés.

El mismo día de la cena, cayó en la cuenta de que su viejo amigo —no recordaba demasiado bien el porqué— tenía que tener mucho cuidado con lo que comía y que seguramente nada de lo que había preparado con tanto cuidado le iría bien. Le telefoneó enseguida (por suerte, se habían intercambiado los teléfonos por si surgía algún problema) explicándole lo que pasaba, y le dijo que lo sentía mucho, que más valía que no fuera a la cena y que ya le avisaría cuando celebraran otra.

Otro prohombre de la misma ciudad se encontró en la misma situación. También había preparado una cena espléndida para sus amigos y había invitado a un viejo conocido de todos con el que se había encontrado un par de días antes.

La misma tarde de la cena, otro de los invitados le hizo caer en la cuenta de que, por si no se acordaba, el viejo amigo no podía comer de todo. El prohombre, que se había olvidado de ello, corrió a telefonear a su amigo para preguntarle si aún tenía el mismo problema y para decirle que no se preocupara, que fuera de todos modos, ya que él le prepararía un plato de verdura y pescado a la plancha.

Curiosamente, un tercer prohombre de la misma ciudad, también muy respetado, se encontró con un caso idéntico. Cuando ya lo tenía prácticamente todo a punto, se acordó de que aquel a quien había invitado a última hora (un viejo conocido suyo y de unos amigos con los que había quedado para cenar aquella misma noche) tenía que seguir una dieta muy estricta.

Entonces cambió el menú deprisa y corriendo: seleccionó algunos entrantes que también podía comer su viejo amigo, guardó los guisos en el congelador para otra ocasión e improvisó un segundo plato, también espléndido, pero que todo el mundo podía comer; también retocó el pastel, y en vez de fruta confitada le puso fruta natural.

Llegada la hora de la cena, todos juntos comieron de los mismos platos que el anfitrión les ofreció.”

A partir de este texto, se pueden entender mucho mejor las diferencias fundamentales entre un modelo educativo selectivo, interesado únicamente por aquellas personas que pueden comer un mismo “menú”, y un modelo educativo inclusivo, que ni siquiera se plantea la preparación de un “menú especial”, o currículum adaptado, sino que está dirigido a la adecuación del “menú general” para que todas las personas puedan disfrutar de él, bajo el planteamiento irrenunciable de un currículum común para todos.

En este sentido, tal y como afirma Pere Pujolàs, “en una escuela inclusiva, detrás de cómo y de qué se enseña hay unos determinados valores que configuran una forma muy determinada de vivir”.

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